viernes, 26 de abril de 2013

Literatura en la biblia (libros poéticos) por Miguel Bou- 3- JOB

  


La tercera parte es JOB :



  Job, el primero de los cinco, aparece aislado entre los libros del AT. Está escrito en la forma de un poema dramático y nadie sabe quien lo escribió, ni cuando fue escrito, pero la historia se sitúa y en la lejana época de los patriarcas, lo que le coloca como el más antiguo de las Escrituras. Desde luego, fue escrito antes de la proclamación mosaica, pues en una discusión como la presentada en sus páginas y que trata de todos los aspectos del pecado, del gobierno providencial de Dios, y de la relación del hombre con Él habría sido imposible evitar toda referencia a la Ley si ésta hubiese sido conocida.
  Job era un personaje real, Eze. 14:20; Stg. 5:11, un jeque rico e influyente, dueño de grandes rebaños y manadas antes que en dinero. Parte del año es hombre de ciudad y en el resto del tiempo se desplaza con su ganado. Recuerda mucho a Abraham, un ser oriental.
  El prólogo en prosa introduce el gran debate entre Job y sus amigos, que el autor relata en magnífica poesía. El tema es tan antiguo como las colinas y tan moderno como la era espacial. Si Dios es justo y bueno, ¿por qué deja sufrir al inocente? Como hombre, Job es “realmente” bueno: ¡Casi lo mejor que un hombre puede llegar a ser! Sin embargo, la calamidad le abruma. A la pérdida de posesiones y familia, le siguen el sufrimiento físico prolongado y horrendo que sacude su fe hasta las entrañas.
  Mientras forcejean con el problema, tanto Job como sus amigos se ven limitados, puesto que ignoran el tema más vasto: ¡El reto de Satán referido en el prólogo! No tienen seguridad de una vida futura. Para ellos la muerte es el fin. Por eso necesitan ver que la justicia se hace en esta vida. Según la teología ortodoxa que viven y defienden los tres amigos, la prosperidad es la recompensa de Dios por la vida buena, y la calamidad su juicio por el pecado de la persona. Hablando en términos generales esto resulta correcto. Pero los amigos reducían una verdad general a una regla rígida e invariable. Si Job sufre, entonces  es que ha sido un malvado. Pero Job sabe que esto no es verdad. Por eso, la argumentación sigue y sigue, sin que los dos lados cambien de posición, hasta que llegan a un punto del todo irreconocible, momento en el que Dios mismo interviene. El Señor no responde a las preguntas de Job, pero al verlo, éste queda satisfecho porque si bien la teología de sus amigos había sido demasiado estrecha, su propio concepto de Dios también había sido demasiado pequeño.
  Con todo, el libro deja mucho sin resolver. Sólo en el NT nos acercamos a la respuesta del problema. Al ver a Cristo en la cruz vemos el sufrimiento del único Hombre realmente inocente, es decir, a un Dios que se preocupa tanto de todos nosotros que está dispuesto a llevar el peso del pecado y el sufrimiento humanos.





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